Rafael Rivera Herráez | Presentació d'Hipnopèdia Urbana, Setembre 2016.
Buenas tardes y gracias por invitarme a este acto tan especial, el principio de una andadura muy interesante como es Hipnopèdia, o lo que es lo mismo, el marco para una reflexión profunda sobre la enseñanza de la arquitectura. La verdad es que no pensaba hablar sobre la enseñanza actual en nuestra escuela. Tod@s hemos pasado por ella, incluso estamos todavía dentro, con sus luces y sus sombras, y sabemos de sus entresijos. Cada uno tiene su experiencia.
Otra cosa es tratar de abrir puertas y ventanas para ventilar sus rincones e intentar respirar aires nuevos entre sus paredes. Para ello se me ocurre hablar de nuevas disciplinas que no están en los programas y solo aparecen cuando los profesores, por voluntad propia, hacen hincapié en su importancia. Como aprender soñando despierto.
Humildad. La primera sería la humildad, porque hace falta ser atrevido para hacer casas en las que viven otros, jardines en los que juegan otros, mercados en donde compran otros, y así una larga lista de proyectos que desarrollamos para que otros los usen. Y lo hacemos con el aplomo de creer saber lo que les conviene a los demás.
Necesitamos humildad para aprender a escuchar, a entender las necesidades de cada cual, a abrir la puerta a la opinión ajena. Es cuando el papel del usuario alcanza una posición relevante, fundamental. Aprender a escuchar, a conversar, a negociar, a debatir, a razonar. El debate como medio para convencer. En nuestra querida escuela hay salón de actos, porque hay actos, hay sala de profesores, porque hay profesores, hay salón de grados porque hay grados, pero no hay salón de debates porque el debate no parece un instrumento docente. Y eso lo hemos de cambiar sin olvidar que para debatir de verdad, siempre hay que ser humilde.
Rebeldía. Otra asignatura importante es la rebeldía, la posibilidad de cuestionar lo establecido y ponerlo patas arriba. Se trata revisar, transformar, criticar, y no dar por seguro lo que es susceptible de cambiar. El alumnado obediente es más cómodo, más tranquilo, pero nadie dijo que viniéramos a esta escuela a estar cómodos.
¿Por qué estudiamos arquitectura? Las respuestas clásicas son tener antecedentes, porque os iban bien las matemáticas y el dibujo, o para ganar dinero (eso era antes). Pero en realidad estudiamos arquitectura porque queremos cambiar el mundo, y solo se puede cambiar desde esa rebeldía imprescindible. Si el sinónimo de un niño o niña buena es que sea obediente, empezamos mal. No obedezcáis, no os acostumbréis, no permitáis que os domestiquen; comprended, analizad, revisad, y luego componed vuestra propia opinión.
Universalidad. Muy propia de la universidad, y significa comprender lo global, introducir análisis cruzados, mezclar. Ésta es una universidad politécnica, subrayemos la palabra poli y superpongamos los conocimientos. No aprendamos a enfrentarnos a otras profesiones, sino a complementarnos. El mundo, visto desde un solo punto de vista resulta incomprensible, hagámoslo comprensible, aceptemos el mestizaje, planteemos miradas diferentes desde atalayas diferentes. Ya sabéis que el que solo es arquitecto, ni siquiera es arquitecto.
A veces pregunto al alumnado qué quieren ser: especialistas o especiales. Y se monta un revuelo. ¿Qué hay que hacer para ser especial?, es la pregunta. Es sencillo, hacer cosas especiales, leer libros especiales, estar con gente especial, y esperar que el contagio haga su trabajo. Eso lo aprendí cuando supe que García Lorca, Dalí y Buñuel eran amigos.
A veces caemos en la tentación del zoom ventana, y dibujamos el detalle, y el detalle del detalle, los tornillos del desagüe de un lavabo, perdiendo de vista la escala, el interés general, la globalidad del proyecto. Prefiero el zoom extensión, ese que da una visión general, que permite comparar y nunca te pierdes. Hagamos una pancarta, abajo el zoom ventana, arriba el zoom extensión.
Y volvemos a aquel dicho del maestro que dijo: solo vale la pena aprender lo que no se puede enseñar, más allá de planes de estudios. Para empezar, cambiemos el lenguaje. No queremos competencias para competir, queremos conocimiento. No queremos carreras para correr, queremos estudios. No queremos asignaturas asignadas, queremos temas. No queremos créditos a modo de préstamo, queremos valores.
Sustituyamos el Ppt. por la conversación, la verdad absoluta por el diálogo, el discurso por la participación, lo útil por lo necesario, el examen por la reflexión... Cuando me preguntan si doy clases en la escuela, respondo: las clases no se dan, se comparten.
Y descubramos las escuelas allí donde están, no solo en las aulas. Pobres de nosotros si pasamos por el lado de una escuela y no somos capaces de reconocerla. Abramos los ojos y seguro, seguro que, cualquier día, nos encontramos en cualquier escuela y nos echamos unas risas. Allí os espero.
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